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Creado en Domingo, 08 Octubre 2017 19:35
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Escrito por Joaquín Gómez
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VELOUTÉ
Nuestro socio Manuel Rasputín elige para nuestra salida trimestral un local cuyo nombre evoca una de las cinco salsas madre francesas creada a principios del siglo XIX por el cocinero francés Marie Antoine Carème; la salsa velouté. Esta palabra significa aterciopelado y se dice que es la textura final de la salsa la que hace que se denomine así, ya que es ligera y sedosa. La salsa consiste en la mezcla de mantequilla ,harina y un caldo.
Nuestras huestes llegan mermadas en número (sólo ocho comensales) pero expectantes por ver las creaciones del joven chef Fran Rodríguez que ha fusionado en la carta la cocina tradicional con la que se crió en el tablao flamenco El Arenal (de su familia) y el aprendizaje recibido en la famosa escuela de hostelería Hofman de Barcelona (en esa época todavía no querían la independencia) que ostenta actualmente una estrella Michelin.
La carta es extensa lo que puede ser una virtud ya que hay variedad o un defecto porque el cliente se pierde ante el torrente de propuestas. Quizás lo más adecuado sería una carta un poco más corta pero con un toque personal, que se diferencie claramente de otras ofertas gastronómicas de la ciudad por su especialización y estilo propio.
Pasamos al salón interior después de un par de cervezas en barra y nos disponemos a probar el vino elegido por nuestro anfitrión que en esta ocasión se trata de un Luis Alegre en su mayoría tempranillo pero con algún porcentaje de uva graciano que aquí en Andalucía conocemos como tintilla de Rota.
Servicio atento y eficaz aunque se podría decir que no nos dieron de comer sino que nos echaron de comer como si el mundo se fuese acabar en media hora.
La salida de la carrera de platos la hacemos adelantando a los compañeros en el arte de coger unas croquetas de ortiguillas antes que ellos. Es un tipo de croqueta que hasta el momento no habíamos probado. Bastante originales aunque hay que decir que no tenían mucho sabor a ortiguillas.
En la primera curva se nos viene encima un vehículo que le da el toque picante a la competición. Se trata de un burrito de presa ibérica, pimientos (serían del piquillo y los más fuertes) y mezcla de quesos al aroma de trufa. Para los amantes del pique será una delicia pero para la humilde opinión de algunos de los comensales el picante enmascara todos los sabores del plato de tal forma que no hay manera de reconocer el aroma de trufa ni por asomo. La carta dice que llevaba una mezcla de quesos pero la boca nos ardía y nos fue imposible detectarlo.
Ya en la recta intermedia nos llega un mini mollete de Antequera de costillas cocidas a baja temperatura en salsa agridulce, mayonesa de lima y cebolleta fresca. En este plato gana el dulce al agri, pero si eres de los que te gustan las cosas dulzonas te encantará. Un pero... el mollete de Antequera era bastante mejorable.
Aceleramos buscando darle a nuestros estómagos nuevas sensaciones y para ello nos decantamos por el arroz thai con carrillada al estilo de la abuela. Es un plato que busca combinar sabores tradicionales con una cocina más desconocida por estos lares como es la oriental. Al final la abuela goleó de paliza a Tailandia.
Llegamos al tramo decisivo de la noche con los comensales dispuestos a darlo todo. El rodaje ya está hecho cuando nos llega un cordero deshuesado a la miel de caña sobre cremoso de patatas. Parece según carta que hay que tenerlo a 65 grados durante dos horas. Correcto pero sin tirar ningún cohete.
El sprint final lo hacemos con un taco de lingote de presa ibérica cocido al Pedro Ximénez sobre ropavieja de ajetes y bacon. La presa va a baja temperatura (unos 60 grados) durante dos horas. Quizás fuese el mejor plato de la noche aunque ya sabemos que para gustos colores...
La bandera a cuadros nos llega con el canelón de bacalao con tomate gratinado con alioli suave. Algunos cenutrios dijeron que no era alioli pero a estas alturas estábamos ya exhaustos de tanto comer. Del canelón no se me ocurre nada que decir lo cual no es muy buen síntoma.
Entramos en boxes con unos postres variados que somos incapaces de terminar. Esta noche nadie podrá quejarse por pasar hambre y los veintiséis euros que pagamos son proporcionales con lo que hemos tomado.
Al salir de Veloute cruzamos la acera y nos entregamos a los digestivos en un local donde sirven bebidas destiladas y espirituosas para solaz de nuestro gran Willy.
Agradecemos desde aquí a Don Manuel Rasputín sus desvelos en la organización de nuestra última salida trimestral de este año.
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